El lunes era el día en que el Museo de la Lengua Portuguesa cerraba al público y, como sucede en muchos otros museos, se aprovechaba el cierre para hacer trabajos de mantenimiento. Ese lunes 21 de diciembre de 2015 estaba planeado cambiar algunos reflectores de las salas de exhibición. A mitad del día, en medio de esa tarea, un cortocircuito en el primer piso desató un incendio que tomó el edificio. Se llevó la vida de Ronaldo Pereira da Cruz, el bombero del museo, que falleció en el Hospital das Clínicas donde fue atendido por las quemaduras que sufrió a causa de su trabajo en la extinción del fuego. Efectivamente, hay museos que tienen bomberos en su equipo estable.
La idea de un museo sobre la lengua portuguesa en São Paulo, la ciudad que cuenta con más hablantes de portugués del mundo, surgió en la década de 1990 y se empezó a concretar en 2001. El proyecto fue llevado adelante por una sociedad público-privada y se financió a través de la Ley de Incentivo a la Cultura. Para su emplazamiento se eligió la antigua Estaçao da Luz, ubicada en el centro de la ciudad, un símbolo del cosmopolitismo paulista por haber sido la puerta de entrada para los cientos de miles de inmigrantes que llegaron a principios del siglo XX.
La historia de la Estaçao acompaña de un modo notable la historia brasileña. En la década de 1850, cuando todavía era el Imperio del Brasil, se construyó una línea ferroviaria que conectaba Jundiaí, São Paulo y Santos: el interior cafetero, la metrópoli y el puerto. Su primera versión data de 1867 y era una estación a cielo abierto que alojaba las oficinas de la São Paulo Railway, compañía inglesa que administraba los trenes en ese entonces. En 1888 una reforma la agrandó y techó. El proyecto más ambicioso llegó en 1895, época en la que los grandes estudios de arquitectura europeos comenzaron a ser globales. Charles Henry Driver -el ingeniero inglés a cargo del proyecto- era un especialista en diseño de estaciones ferroviarias y un pionero en el uso de techos vidriados. La estructura de la nueva Estaçao da Luz fue íntegramente prefabricada en Inglaterra, traída en barco, ensamblada en el destino e inaugurada en 1901. En 1946 un importante incendio la destruyó parcialmente y, luego de la reconstrucción, el Estado brasileño se hizo cargo de la administración ferroviaria. En la década de 1990 los trenes se volvieron a privatizar y la Estaçao da Luz pasó por una serie de reformas, la más importante la llevó adelante el arquitecto modernista brasileño Paulo Mendes da Rocha y contempló una adaptación para el nuevo Museo de la Lengua Portuguesa.
El museo fue inaugurado el 20 de marzo de 2006. En sus más de nueve años de existencia recibió casi 4 millones de visitantes y se hizo conocido por su propuesta museológica, que combinaba de modo muy inteligente la producción de dispositivos educativos por parte de artistas y especialistas con un uso audaz de la tecnología. Como otros museos cuyo patrimonio es inmaterial, no se caracterizó por el acopio de grandes colecciones ni de archivos sino más bien por la producción de contenidos. En las exposiciones se podía encontrar líneas de tiempo interactivas sobre la historia del portugués, pantallas táctiles con información sobre las miles de lenguas que se hablan en el territorio brasileño, instalaciones artísticas evocativas de la diversidad cultural y algunas vitrinas con libros u objetos antropológicos que daban cuenta de la relevancia del lenguaje en ritos de toda índole.
El incendio se originó por una falla eléctrica en una de las salas de exhibiciones temporarias del primer piso. Es curioso cómo un museo que estaba pensado íntegramente de un modo digital y tecnológico puede desaparecer en cuestión de horas por un inconveniente eléctrico casero. Hay un video de las cámaras de seguridad que registra el momento exacto del incidente, dura apenas un minuto: comienza con una persona haciendo tareas de limpieza, dos hombres pasan con una escalera, vemos sus pies mientras cambian los reflectores y luego a alguien más trabajando con un aparato en el piso, poco después, de la nada, vemos los chispazos y un color anaranjado que pasa a rojizo, algo que se parece a un papel prendido fuego cae por la pared, otros más lo acompañan y rápidamente se multiplican, aparece corriendo Rolando Pereira da Cruz -son las últimas imágenes que conocemos de él-, mira la situación y sale apurado como si fuera a buscar algo, pero las piezas que caen del techo incendiadas son cada vez más grandes y pronto un flash nos encandila, la cámara vibra y la imagen se vuelve blanco y negro, metáfora de una historia que se deshace y se vuelve cenizas y polvo.
https://www.youtube.com/watch?v=LT_mh5-h_NM
Rolando Pereira da Cruz tenía treinta y nueve años cuando murió. Dicen sus compañeros que entró y salió tres veces del edificio en llamas para ayudar a evacuar a todas las personas que había dentro. Ese mediodía almorzó con su pareja, Rita da Cássia dos Santos Osório Cruz, que casi todos los días le llevaba la comida al museo porque a ninguno de los dos le gustaba comer afuera. Ella dice que él era un apasionado y que no le sorprende que diera su vida para salvar a otras personas. Cuenta que, como no solía estar muy ocupado durante el día, se la pasaba escribiéndole mensajes de texto. Cuando supo del incendio y él no contestaba el teléfono, temió lo peor.
El cortocircuito ocurrió a las 15.30 hora local y a causa del viento que había ese día se extendió rápidamente al segundo y tercer piso hasta alcanzar la torre principal del edificio a las 17 horas. Los bomberos llegaron apenas se había iniciado el fuego y trabajaron con 37 dotaciones. Existe otro video filmado con una cámara incrustada en el casco de otro bombero que muestra cómo entran al edificio y terminan de apagar los últimos brotes del incendio, se ve el estado del interior, las vitrinas y objetos de exposición y montaje tirados en el suelo debatiéndose entre el humo, el agua y el fuego. Para las 18 horas el incendio se había apagado y buena parte del edificio estaba en ruinas.
https://www.youtube.com/watch?v=htMXq5qJMUY
La Estaçao da Luz suma un nuevo capítulo a su historia de transformaciones. Las colecciones del museo se revelan como una serie de contenidos digitales a la busca de cuerpos concretos donde manifestarse. Los objetos perdidos en el fuego no tenían un gran valor histórico ni documental; gracias a una copia de seguridad, la colección, los contenidos y las exhibiciones pudieron recuperarse por completo. La Estaçao da Luz está una vez más en proceso de reconstrucción y el Museo de la Lengua Portuguesa espera pacientemente a su anfitrión.
Por Maximiliano Maito
El lunes era el día en que el Museo de la Lengua Portuguesa cerraba al público y, como sucede en muchos otros museos, se aprovechaba el cierre para hacer trabajos de mantenimiento. Ese lunes 21 de diciembre de 2015 estaba planeado cambiar algunos reflectores de las salas de exhibición. A mitad del día, en medio de esa tarea, un cortocircuito en el primer piso desató un incendio que tomó el edificio. Se llevó la vida de Ronaldo Pereira da Cruz, el bombero del museo, que falleció en el Hospital das Clínicas donde fue atendido por las quemaduras que sufrió a causa de su trabajo en la extinción del fuego. Efectivamente, hay museos que tienen bomberos en su equipo estable.
La idea de un museo sobre la lengua portuguesa en São Paulo, la ciudad que cuenta con más hablantes de portugués del mundo, surgió en la década de 1990 y se empezó a concretar en 2001. El proyecto fue llevado adelante por una sociedad público-privada y se financió a través de la Ley de Incentivo a la Cultura. Para su emplazamiento se eligió la antigua Estaçao da Luz, ubicada en el centro de la ciudad, un símbolo del cosmopolitismo paulista por haber sido la puerta de entrada para los cientos de miles de inmigrantes que llegaron a principios del siglo XX.
La historia de la Estaçao acompaña de un modo notable la historia brasileña. En la década de 1850, cuando todavía era el Imperio del Brasil, se construyó una línea ferroviaria que conectaba Jundiaí, São Paulo y Santos: el interior cafetero, la metrópoli y el puerto. Su primera versión data de 1867 y era una estación a cielo abierto que alojaba las oficinas de la São Paulo Railway, compañía inglesa que administraba los trenes en ese entonces. En 1888 una reforma la agrandó y techó. El proyecto más ambicioso llegó en 1895, época en la que los grandes estudios de arquitectura europeos comenzaron a ser globales. Charles Henry Driver -el ingeniero inglés a cargo del proyecto- era un especialista en diseño de estaciones ferroviarias y un pionero en el uso de techos vidriados. La estructura de la nueva Estaçao da Luz fue íntegramente prefabricada en Inglaterra, traída en barco, ensamblada en el destino e inaugurada en 1901. En 1946 un importante incendio la destruyó parcialmente y, luego de la reconstrucción, el Estado brasileño se hizo cargo de la administración ferroviaria. En la década de 1990 los trenes se volvieron a privatizar y la Estaçao da Luz pasó por una serie de reformas, la más importante la llevó adelante el arquitecto modernista brasileño Paulo Mendes da Rocha y contempló una adaptación para el nuevo Museo de la Lengua Portuguesa.
El museo fue inaugurado el 20 de marzo de 2006. En sus más de nueve años de existencia recibió casi 4 millones de visitantes y se hizo conocido por su propuesta museológica, que combinaba de modo muy inteligente la producción de dispositivos educativos por parte de artistas y especialistas con un uso audaz de la tecnología. Como otros museos cuyo patrimonio es inmaterial, no se caracterizó por el acopio de grandes colecciones ni de archivos sino más bien por la producción de contenidos. En las exposiciones se podía encontrar líneas de tiempo interactivas sobre la historia del portugués, pantallas táctiles con información sobre las miles de lenguas que se hablan en el territorio brasileño, instalaciones artísticas evocativas de la diversidad cultural y algunas vitrinas con libros u objetos antropológicos que daban cuenta de la relevancia del lenguaje en ritos de toda índole.
El incendio se originó por una falla eléctrica en una de las salas de exhibiciones temporarias del primer piso. Es curioso cómo un museo que estaba pensado íntegramente de un modo digital y tecnológico puede desaparecer en cuestión de horas por un inconveniente eléctrico casero. Hay un video de las cámaras de seguridad que registra el momento exacto del incidente, dura apenas un minuto: comienza con una persona haciendo tareas de limpieza, dos hombres pasan con una escalera, vemos sus pies mientras cambian los reflectores y luego a alguien más trabajando con un aparato en el piso, poco después, de la nada, vemos los chispazos y un color anaranjado que pasa a rojizo, algo que se parece a un papel prendido fuego cae por la pared, otros más lo acompañan y rápidamente se multiplican, aparece corriendo Rolando Pereira da Cruz -son las últimas imágenes que conocemos de él-, mira la situación y sale apurado como si fuera a buscar algo, pero las piezas que caen del techo incendiadas son cada vez más grandes y pronto un flash nos encandila, la cámara vibra y la imagen se vuelve blanco y negro, metáfora de una historia que se deshace y se vuelve cenizas y polvo.
Rolando Pereira da Cruz tenía treinta y nueve años cuando murió. Dicen sus compañeros que entró y salió tres veces del edificio en llamas para ayudar a evacuar a todas las personas que había dentro. Ese mediodía almorzó con su pareja, Rita da Cássia dos Santos Osório Cruz, que casi todos los días le llevaba la comida al museo porque a ninguno de los dos le gustaba comer afuera. Ella dice que él era un apasionado y que no le sorprende que diera su vida para salvar a otras personas. Cuenta que, como no solía estar muy ocupado durante el día, se la pasaba escribiéndole mensajes de texto. Cuando supo del incendio y él no contestaba el teléfono, temió lo peor.
El cortocircuito ocurrió a las 15.30 hora local y a causa del viento que había ese día se extendió rápidamente al segundo y tercer piso hasta alcanzar la torre principal del edificio a las 17 horas. Los bomberos llegaron apenas se había iniciado el fuego y trabajaron con 37 dotaciones. Existe otro video filmado con una cámara incrustada en el casco de otro bombero que muestra cómo entran al edificio y terminan de apagar los últimos brotes del incendio, se ve el estado del interior, las vitrinas y objetos de exposición y montaje tirados en el suelo debatiéndose entre el humo, el agua y el fuego. Para las 18 horas el incendio se había apagado y buena parte del edificio estaba en ruinas.
La Estaçao da Luz suma un nuevo capítulo a su historia de transformaciones. Las colecciones del museo se revelan como una serie de contenidos digitales a la busca de cuerpos concretos donde manifestarse. Los objetos perdidos en el fuego no tenían un gran valor histórico ni documental; gracias a una copia de seguridad, la colección, los contenidos y las exhibiciones pudieron recuperarse por completo. La Estaçao da Luz está una vez más en proceso de reconstrucción y el Museo de la Lengua Portuguesa espera pacientemente a su anfitrión.